Luís Seoane López nació en Buenos Aires, el 1 de junio del año 1910. Su padre, Luís Santiago Seoane Brocos era de Oínes, perteneciente a Arzúa. Su madre, María López Mosquera, era natural de Arca. Además de Luís, fueron padres de otros dos niños: Rafael (1911) y Estela (1913). Decía el propio Seoane “mi padre se apellidaba de segundo Brocos. Parece que tenía cierto parentesco lejano con los Brocos, el pintor y el escultor de finales del siglo XIX. Mi madre era López Mosquera, de Arca, partido judicial de Arzúa; una familia antigua que por parte de mi abuela procedía de las Mariñas de Betanzos y que se fue desarrollando con el tiempo entre Arca y Santiago de Compostela. Yo nací en Buenos Aires, pero mi padre pronto me mandó a estudiar a La Coruña. Esa era el ansia de todos los emigrantes. Que sus hijos fuesen educados en la tierra, que para eso ellos estaban trabajando fuera. También fue deseo de mi padre. Claro que unos lo podían hacer y otros no, según les fuera”. (Declaraciones de L. Seoane a Víctor Freixanes, Unha ducia de galegos, Galaxia, 1982).
El padre de Luís Seoane emigró de Oínes en el año 1878. El primer trabajo que tuvo fue el de vendedor de sardinas en Montevideo. Después trabajó siempre de comerciante. Se asentó en Buenos Aires y puso en marcha lo que denominaban una “cochería”, con coches de caballos para bodas y otro tipo de celebraciones. Era un hombre liberal, republicano. Mientras estuvieron en esta región, sus hijos acudieron a un colegio francés. Así lo recuerda Seoane: “Mi padre (...) era un comerciante de cierta cultura, amigo de la gente, con una gran preocupación por los problemas de la tierra lejana (y de la Galicia emigrante también) y con un lema que ponía siempre por delante: No dependas jamás de nadie y que nadie tenga que depender de ti. (...) Tuvo que regresar a Buenos Aires, independiente de mi, por sus ideas políticas (...) Era un hombre de ideas avanzadas, inquieto por las cosas de su tiempo, amigo de intelectuales argentinos como Florentino Sánchez, Leopoldo Lugones, Alberto Ghiraldo...(...) Soñaba con una estructura estatal hecha de abajo-arriba en la que Galicia no sólo conquistase las viejas libertades administrativas sino que las acrecentara en sus hijos y habitantes”.
En el año 1916 vuelve la familia a Galicia, con intención de quedarse. Después de desembarcar en Vigo están varios meses en A Coruña, ciudad en la que Luís comienza sus estudios primarios. Al heredar su madre una finca en Arca, deciden construir una casa. Y, según todos los indicios, es el actual edificio que existe delante del Albergue de Arca. A partir de entonces, Luís y su hermano Rafael van al instituto a Santiago, a veces andando para ahorrar el dinero del autobús (es decir, una caminata de 18 quilómetros). Se iban los lunes por la mañana y regresaban el sábado. Durante toda la semana vivían en una pensión en la Rúa de San Pedro, concretamente en el número 18. Pasaban las vacaciones de verano en Arca. Su abuela y el resto de la familia materna disponían de una casa hoy conocida como la Casa de Brey, muy cerca del cementerio municipal y con magníficas vistas a las minas de cobre que comparten los municipios de O Pino y Touro. Comentaba Maruxa Seoane que “La casa de los abuelos era una casa grande donde se juntaba mucha gente. Mis abuelos tuvieron once hijos...quien se quedó con ellos en casa fue Carmen, que se casó con un médico que después instalaría allí su consultorio. Este médico se apellidaba Brey, y era el abuelo de Mariano Rajoy.” Otro de los hijos de esta mujer, Vicente, llegó a ser alcalde de Santiago y fue quién cedió a la Iglesia de Arca su actual pila bautismal.
La vida de Seoane continúa sin sobresaltos. A los catorce años da sus primeros pasos como escritor, con la obra “El percebe en su tinta”. Cuando comienza sus estudios de Derecho, toda la familia se muda a Santiago. Viven primero en una casa de la Rúa do Hórreo, y posteriormente se instalan en el número 2 de la Rúa de Fonseca, donde su madre atendía una mercería. Luís visita los cafés santiagueses, se relaciona con estudiantes, escritores, pintores, etc. En el apartado sentimental, hay una mujer: Maruxa. Ella misma contó en una entrevista con Chaira Escribe (editada en O Pino por la Asociación Cultural Chaira) que veía a Seoane con frecuencia, tanto en A Coruña como en Arca, porque eran primos. Confiesa que ya desde jóvenes se miraban de forma especial, porque como trasfondo estaba una irremediable atracción. Tanto es así que sólo los separaría la muerte del prolífico galleguista. Confiesa también esta mujer que “no tuvimos ningún problema por ser primos. No tuvimos hijos, y si los llegásemos a tener, daría igual. Ya desde muy jóvenes nos mirábamos de una forma muy especial”.
Ya por aquel entonces, Luís Seoane era un auténtico revolucionario. Recibía muchas influencias, sobre todo de Castelao. Tendencias que lo llevaron al exilio con la llegada de la Guerra Civil. El destino fue, como no, Buenos Aires, la tierra que lo vio nacer. Hasta allí se trasladaron más tarde Maruxa y su familia. Contaba Maruxa que “cuando llegó a Buenos Aires, Luís me llamó. Pero yo no podía ir si no estaba casada. Entonces me mandó un poder a La Coruña, donde yo vivía, porque mi madre quería que yo me fuese casada. Y así fue. Mi hermano hizo de “marido” y me casé por poderes. Pero era un poder que daba la Iglesia y en Buenos Aires era necesario el certificado que expide el juzgado. Entonces me fui y cuando llegué a Buenos Aires no me podía bajar del barco. Tenía que entrar casada. Pero a Luís tampoco lo dejaban subir. Menos mal que nos ayudó un matrimonio amigo nuestro que antes había vivido en Santiago, los Frontini. Al final vino el juez al barco y por fin nos pudimos casar. Por tanto, nos casamos dos veces”.
En Buenos Aires, Luís vivió de su profesión, abogado, mientras daba rienda suelta a su creatividad tanto en papel como en lienzo o en esculturas y murales. Sus relaciones iban desde el propio Castelao a Picasso, pasando por Rafael Dieste, Blanco Amor, Rafael Alberti, Cunqueiro, Díaz Pardo o María Casares. Pero nunca olvidó la pequeña villa en la que creció: Arca. En su artículo Confesión (1965), dice lo siguiente: “ni español ni argentino, sino originario de un país más reducido, la pequeña ciudad, La Coruña, Santiago, la aldea Arca, donde se enterraron mi infancia y mi juventud”. Años después de su muerte, su viuda comentaba “el que no conocía a Luís tenía una imagen falsa de él, como de enfado, pero lo cierto es que era de una gran humanidad. Tenía un carácter fuerte y parecía que se enfadaba, pero se daba la vuelta y ya se le pasaba. La verdad era que tenía una gran cultura y humanidad. Era toda una personalidad. Era un hombre muy sencillo y amante de las conversaciones. Le gustaba mucho invitar a gente a casa.”
Según Maruxa Seoane, Luís era un auténtico enamorado de Arca. Así lo testimonia en un escrito prácticamente inédito del año 1978, un año antes de su muerte. Se titula “Cierro los ojos y veo”:
Habitan en La Coruña y no sabe que los viejos de su infancia decían a los niños que desde la península de la Torre, en la misma ciudad se podía ver en los días claros la costa de Irlanda. Quizás nunca lo supieron. Yo, sé eso. Lo recuerdo. También sé que cerrando los ojos veo cuando quiero una aldea, Arca, y a la misma aldea rodeada de montañas, de minas, de bosques y labradíos, y al pie de ellas un río transparente, de truchas que se ven correr amedrentadas por las sombras. Un río transparente en el que nadan las libélulas y en el barro de sus orillas se esconden las anguilas. Recuerdo los pobladores y sus trabajos. Era una aldea de músicos y gaiteros. Había dos bandas de música. Algún campesino emigraba y otros se hacían navegantes. Se ejercían los oficios elementales. En los bosques abundaba el jabalí y en las orillas del río la marta y por todas partes la comadreja y la ardilla. En el aire o posados en los árboles una multitud de pájaros.
Cierro los ojos y veo Arca. Al ver Arca con los ojos cerrados me conduce la nostalgia. Como puedo ver Irlanda si cierro los ojos, para ello me bastan la historia y el sonido del mar. Puedo evocar todo aquello que viví u oí y lo que conozco a través de otros.
Es curioso lo que ven por no querer ver algunas personas. Yo cierro los ojos y veo lo que quiero. Alguna vez creí percibir incluso el olor de aquel mar o el de aquella aldea.
También alguna vez quise ver la costa irlandesa de que hablaban los viejos coruñeses y no busqué el horizonte despejado de un buen día claro abriendo más los ojos que cualquier otro día, sino que me bastó cerrar los ojos para verla y, sin embargo era una tarde de espesa niebla.
Estos personajes que hoy evoqué, cerrando los ojos, los acabo de dibujar.
SEOANE, 10-VIII-78
No ano 1916 volve a familia a Galicia, con intención de quedar. Despois de desembarcar en Vigo están varios meses na Coruña, cidade na que Luís comeza os seus estudos primarios. Ao herdar a súa nai unha leira en Arca, deciden construír unha casa. E, segundo todos os indicios, é o actual edificio que existe diante do Albergue de Arca. A partir de entón, Luís e o seu irmán Rafael van ao instituto a Santiago, ás veces andando para aforrar o diñeiro do autobús (é dicir, unha camiñada de 18 quilómetros). Íanse os luns pola mañá e regresaban o sábado. Durante toda a semana vivían nunha pensión na Rúa de San Pedro, concretamente no número 18. Pasaban as vacacións de verán en Arca. A súa avoa e o resto da familia materna dispuñan dunha casa hoxe coñecida como a Casa de Brey, moi preto do cemiterio municipal e con magníficas vistas ás minas de cobre que comparten os municipios do Pino e Touro. Comentaba Maruxa Seoane que “A casa dos avós era unha casa grande onde se xuntaba moita xente. Os meus avós tiveron once fillos...quen quedou con eles en casa foi Carmen, que casou cun médico que despois instalaría alí o seu consultorio. Este médico se apellidaba Brey, e era o avó de Mariano Rajoy.” Outro dos fillos desta muller, Vicente, chegou a ser alcalde de Santiago e foi quen cedeu á Igrexa de Arca a súa actual pila bautismal.
A vida de Seoane continúa sen sobresaltos. Aos catorce anos dá os seus primeiros pasos como escritor, coa obra “O percebe na súa tinta”. Cando comeza os seus estudos de Dereito, toda a familia se muda a Santiago. Viven primeiro nunha casa da Rúa do Hórreo, e posteriormente instálanse no número 2 da Rúa de Fonseca, onde a súa nai atendía unha mercería. Luís visita os cafés santiagueses, relaciónase con estudantes, escritores, pintores, etc. No apartado sentimental, hai unha muller: Maruxa. Ela mesma contou nunha entrevista con “Chaira Escribe” (editada no Pino pola Asociación Cultural Chaira) que vía a Seoane con frecuencia, tanto na Coruña como en Arca, porque eran primos. Confesa que xa desde mozos mirábanse de forma especial, porque como transfondo estaba unha irremediable atracción. Tanto é así que só os separaría a morte do prolífico galeguista. Confesa tamén esta muller que “non tivemos ningún problema por ser primos. Non tivemos fillos, e se os chegásemos a ter, daría igual. Xa desde moi novos mirabámonos dunha forma moi especial”.
Xa por aquel entón, Luís Seoane era un auténtico revolucionario. Recibía moitas influencias, sobre todo de Castelao. Tendencias que o levaron ao exilio coa chegada da Guerra Civil. O destino foi, como non, Buenos Aires, a terra que o viu nacer. Ata alí trasladáronse máis tarde Maruxa e a súa familia. Contaba Maruxa que “cando chegou a Buenos Aires, Luís chamoume. Pero eu non podía ir se non estaba casada. Entón mandoume un poder á Coruña, onde eu vivía, porque a miña nai quería que eu me fose casada. E así foi. O meu irmán fixo de “marido” e caseime por poderes. Pero era un poder que daba a Igrexa e en Buenos Aires era necesario o certificado que expide o xulgado. Entón funme e cando cheguei a Buenos Aires non me podía baixar do barco. Tiña que entrar casada. Pero a Luís tampouco o deixaban subir. Menos mal que nos axudou un matrimonio amigo noso que antes vivira en Santiago, os Frontini. Ao final veu o xuíz ao barco e por fin puidémonos casar. Por tanto, casamos dúas veces”.
En Buenos Aires, Luís viviu da súa profesión, avogado, mentres daba renda solta á súa creatividade tanto en papel como en lenzo ou en esculturas e murais. As súas relacións ían desde o propio Castelao a Picasso, pasando por Rafael Dieste, Branco Amor, Rafael Alberti, Cunqueiro, Díaz Pardo ou María Casares. Pero nunca esqueceu a pequena vila na que creceu: Arca. No seu artigo Confesión (1965), di o seguinte: “nin español nin arxentino, senón orixinario dun país máis reducido, a pequena cidade, A Coruña, Santiago, a aldea Arca, onde se enterraron a miña infancia e a miña mocidade”. Anos despois da súa morte, a súa viúva comentaba “o que non coñecía a Luís tiña unha imaxe falsa del, como de enfado, pero o certo é que era dunha gran humanidade. Tiña un carácter forte e parecía que se enfadaba, pero dábase a volta e xa se lle pasaba. A verdade era que tiña unha gran cultura e humanidade. Era toda unha personalidade. Era un home moi sinxelo e amante das conversacións. Gustáballe moito convidar a xente a casa.”
Segundo Maruxa Seoane, Luís era un auténtico namorado de Arca. Así o testemuña nun escrito practicamente inédito do ano 1978, un ano antes da súa morte. Titúlase “Pecho os ollos e vexo”:
Habitan na Coruña e non sabe que os vellos da súa infancia dicían aos nenos que desde a península da Torre, na mesma cidade podíase ver nos días claros a costa de Irlanda. Quizais nunca o souberon. Eu, se iso. Lémbroo. Tamén sei que pechando os ollos vexo cando quero unha aldea, Arca, e á mesma aldea rodeada de montañas, de minas, de bosques e labradíos, e ao pé delas un río transparente, de troitas que ven correr amedrentadas polas sombras. Un río transparente no que nadan as libélulas e no barro das súas beiras escóndense as anguías. Lembro os poboadores e os seus traballos. Era unha aldea de músicos e gaiteiros. Había dúas bandas de música. Algún campesiño emigraba e outros se facían navegantes. Exercíanse os oficios elementais. Nos bosques abundaba o xabaril e nas beiras do río a marta e por todas partes a comadreja e o esquío. No aire ou pousados nas árbores unha multitude de paxaros.
Pecho os ollos e vexo Arca. Ao ver Arca cos ollos pechados condúceme a nostalxia. Como podo ver Irlanda se pecho os ollos, para iso bástanme a historia e o son do mar. Podo evocar todo aquilo que vivín ou ouvín e o que coñezo a través doutros.
É curioso o que ven por non querer ver algunhas persoas. Eu pecho os ollos e vexo o que quero. Algunha vez crin percibir incluso o cheiro daquel mar ou o daquela aldea.
Tamén algunha vez quixen ver a costa irlandesa de que falaban os vellos coruñeses e non busquei o horizonte despexado dun bo día claro abrindo máis os ollos que calquera outro día, senón que me bastou pechar os ollos para vela e, con todo era unha tarde de espesa néboa.
Estes personaxes que hoxe evoquei, pechando os ollos, acáboos de debuxar.
SEOANE, 10-VIII-78